Una teoría del todo
| Peso | 162 g |
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| Autor |
Tras los primeros experimentos
las nubes se metían por todas partes.
Empujaban la puerta de la cocina,
hacían impracticable la veranda
bajo el alero delantero,
crujían extrañamente
—con ese característico sonido del vapor quebrándose—
y no nos dejaban dormir.
Ajustaste con una suave melodía la tensión de las cuerdas
a la mañana siguiente
cuando salí al jardín a acariciarlas no las encontré.
Levanté la mirada;
avanzaban lentamente como sólo con pesar se avanza,
como castigadas allá arriba.
Te pregunté por qué había sucedido aquello,
te encogiste de hombros,
me pediste perdón.
Luego me regalaste la niebla.
«De las nubes»
***
Suerte de original dietario o epistolario cosmogónico, Una teoría del todo acomete la titánica y humilde tarea de aprender a decir el mundo de nuevo, rasgando la fina película de olvido que, como una lágrima, vela siempre el origen. Sinfonía inacabada e inacabable y catálogo imposible, el poemario despliega la potencia del verbo poético —de las metáforas como aceleraciones imaginarias del devenir— para dar cuerda a lo existente y reencantarlo. «Unas cosas siempre llevaban a otras», escribe Sancho, sabiendo que al infinito solo se arriba de soslayo, por la secreta fuerza asintótica de la analogía. Alegoría del propio acto poético, en su fulgente fragilidad tentativa y en el intacto asombro inaugural que comunica, Una teoría del todo nos recuerda que solo una cosa hay insoportable para el poeta y quizá lo humano: no tanto la finitud como no sentirse al principio.
