Una caña que piensa
Peso | 670,00 g |
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Es una caña, en sí misma, algo bonito y exótico, que no se parece a ninguna cosa, ni vegetal ni mineral ni animal, y resulta extraordinario que siendo tan insignificantes se les haya buscado a las cañas tantos acomodos domésticos y que, en su aparente simplicidad, el hombre encontrase en ellas el origen mismo de la armonía y del silencio, del número y de la poesía, desde la flauta de Pan al cálamo de Virgilio. Menos para lanzas, pues han servido para todo, y no hay muchacho que no haya resistido un embate suyo, lo cual se dice aquí por si alguien asegura haber herido por tan flojas armas. Viniendo de una caña, todo, por ese lado, es menos.
Este Salón de pasos perdidos se va pareciendo un poco a un cañaveral, y su autor, sin querer, va, por obra de los años, convirtiéndose en un sembrador de cañas, algo bastante absurdo, pues es sabido que nadie en su sano juicio las siembra, y que éstas nacen solas, junto al agua o en lugares propicios.