Todas las veces que el mundo se acabó
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No asolaron las langostas los cultivos
ni la peste acabó con el ganado.
Piojos no atacaron a animales y niños.
Una nube de moscas no invadió aquel país.
El agua jamás se tornó en sangre
ni emergieron de ella a millares las ranas.
No se cubrieron de úlceras los cuerpos.
Del cielo no llovió fuego y granizo.
No hubo oscuridad que durase tres días
ni todos los primogénitos murieron a la vez.
Supimos entonces que el castigo
era en realidad sobrevivir.
“Las diez plagas de Egipto”.