Ser mirada
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Permíteme tener los ojos grandes.
Tener los ojos grandes es un acto
de voluntad, básicamente
aceptar ser pieza de caza del asombro.
Yo consiento:
cómeme el corazón
en el rito ancestral de la belleza,
deja hueco a lo atávico salvaje
en la pupila absorta.
Hospeda una revelación que la dilate,
la haga pura o antártica,
que haga del ojo
devoración de oscuras autopistas.
Pupila
qué alta pupila
pupila cuántas águilas
pupila el cuarto de los evangelios
pupila crece
desmesurada estrella
incertidumbre y fuego
ascuas en ascuas.
Déjame tener
los ojos grandes y una fuente en mi centro,
una fuente que duela y que refulja.
Quizá eso es la poesía:
un trepar de mí misma por mis ojos,
una herida que piensa.
* * *
La mirada es cauce por el que no sólo acariciamos la realidad sino que somos acariciados a su vez por ella. Es el lugar de nuestro beso con el mundo. Por eso, es acto constitutivo, fundante, que crea y nos crea. Particularmente, para el poeta la mirada es su acto esencial. Los poemas de este libro buscan recoger el modo en el que la realidad, en toda su plenitud y su carencia, su luminosidad y su dolor, nos perfunde al mirarla. Es ella quien, en nuestro acto de mirar, nos mira, convirtiéndonos en sujetos más capaces de visión, enseñándonos a ver más lejos y más hondo. Opera así una transformación ontológica: quien se deja mirar en lo profundo se convierte, todo él, en ojo amante, en pura atención a lo real. Pasa de ser mirado y de ser quien mira a ser mirada. Esta obra fue galardonada con el Premio Juan Gil-Albert de Poesía de los XLI Premios Ciutat de València.