Olvidar a Foucault
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En el momento en que se pretende que todo ha sido dicho, que no hay ya más secretos ni censuras, en el momento escogido para la apología, omitir la alabanza proveniente de la indiferencia, abordar un pensamiento demasiado bello para ser verdad, constituye, probablemente, un accidente… ¿De dónde proviene esta reserva ante lo admirable, sino de un rumor hostil a la conjuración de la aquiescencia y de la exigencia de cualquier otro discurso posible?
En una palabra, el discurso de Foucault es el espejo de los poderes que describe. Esa es su fuerza y su seducción, y no su “índice de verdad”, eso es su leit motiv: los procedimientos de verdad, pero no tiene importancia, porque su discurso no es más verdadero que cualquier otro –no, es en la magia de un análisis que despliega los meandros sutiles de su objeto, que lo describe con una exactitud táctil táctica, donde la seducción alimenta la potencia analítica, donde la lengua misma alumbra en la operación poderes nuevos. (Jean Baudrillard)