Mundo es
Peso | 636,00 g |
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Autor |
Durante muchos años este volumen llevó el título de Mundo es, inspirado en la Celestina. Pero unos meses antes de entrar en astilleros pasó a ser El buen suceso, hasta que, en el último minuto, recuperó el suyo primitivo.
Si se observan atentamente, los títulos de todas y cada una de las veintiuna entregas de este Salón de pasos perdidos han sido variaciones sobre un mismo tema, y no es infrecuente que se hayan cambiado durante el proceso de escritura o corrección, sin que importe mucho, porque tratan de recoger el propósito con que fueron escritas, siempre el mismo: relatar la vida de una manera más o menos curiosa, sin destruir las sombras, y al revés, ocuparse de las sombras, llegado el caso, sin destruir la luz a cuyo lado existen Horas non numero nisi serenas («Sólo marco las horas apacibles») es el lema o leyenda de un reloj de sol. El espejo que se ha paseado por los caminos en estos libros es en realidad como ese viejo reloj, y su autor, alguien que querría que se reflejaran en ellos sólo hechos apacibles, aquellos que, pasados los años, hubiera querido revivir. Called back («Me piden que regrese») escribió Emily Dickinson a una de sus primas poco antes de morir, y esas son las dos palabras que, a modo de epitafio, figuran en su tumba. Descritos de ese modo, los adioses, convertidos en bienvenida, no duelen tanto. Called back: este es el buen suceso, el reencuentro del pasado y el futuro en un presente sucesivo («mundo es, pase, ande su rueda, rodee sus alcaduces, unos llenos, otros vacíos»), más allá de tristezas y alegrías, de felicidad y desventura. La secreta esperanza de reunirnos con algo o alguien querido. Como también se ha reiterado en estos libros: «Vive de tal modo que tu muerte sea una injusticia».
Y así, las cosas que acontecen conforme al arte, a ciencia y conciencia, nunca dejan de estar aconteciendo, tal y como sucede con las horas serenas. Todo lo demás no existe. Quiere decirse que lo demás queda fuera de estos libros, detrás de un cielo encapotado que hace del mundo un lugar plomizo e irrelevante, sin luces ni sombras.