La deseperación del té. (27 veces Pepín Bello)
Peso | 435,00 g |
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En La desesperación del té, el autor, de origen oscense como Pepín Bello, visitó casi semanalmente al protagonista del libro durante los últimos seis años de su vida. A Pepín le sorprendía que su amigo fuera futbolista, pero ésa, con las letras, es la otra vertiente del narrador.
“Sumergidos en la densidad del humo, atizado el ánimo por la teína, los compinches vivían las atardecidas en la mejor habitación de la Residencia de Estudiantes, la de Juanito Vicens, un zaragozano devoto de la imagen de Santa Liberata. Sucedía más continuadamente en las segundas mitades de los meses, cuando el bolsillo de la tropa flaqueaba. En la esquina de la bruma brillaba un faro como una voz: contaba historias Federico García Lorca. Apostillaban los demás; Pepín Bello, al revés del mundo, le daba ideas a Federico para que el genio levantara torres de palabras. Pepín luego las recordaba todas y, con su misma entonación, las repetía. Dalí aspiraba el humo; a Buñuel, dentro y fuera de la congregación, le contaban luego lo charlado. Hinojosa, residente virtual, viajaba al embeleso, mecía Federico. Y Moreno Villa. Y Emilio Prados a punto de volver a Málaga. Y Alberti transeúnte. Los demás. Todos juntos. A esas reuniones vivas de poetas muertos les puso nombre Federico: “la desesperación del té”. Y Pepín Bello levantó acta. Este libro es el acta de esas reuniones y de muchas otras vividas al aire de dos siglos. La historia de Pepín Bello: las historias de Pepín Bello contadas en 27 veces; Pepín no vio el final pero leyó el principio. Y lo bendijo”. José Antonio Martín Otín.
A Pepín también le hubiera sorprendido que el desopilante Hamlet que escribió con Buñuel fuera representado. Le parecía imposible, un disparate como la misma obra. El 13 de mayo de 2008, a recinto lleno y con una compañía de primeros actores, fue escenificada la obra de los dos aragoneses en el majestuoso Teatro Olimpia. El Hamlet se incluyó en una función más amplia vertebrada con párrafos de La desesperación del té. Así quedaba cumplida la promesa recogida en estas páginas, solemnemente hecha frente al sillón donde impartía apacible magisterio don José Bello, entre risas, asombros y al amor de la cerveza. Pero ya está: el duende del 27 dejaba de ser un autor sin obra y la solapa de este libro quedaba completa. Pre-Textos puso lo demás.