El cuaderno del viejo
Peso | 160,00 g |
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Hay una especie de íntima satisfacción, de paradoja secreta, en el modo de entender Ungaretti el concepto de la vejez. Como la de quien acaba de inaugurar una amistad nueva o como la de quien ha descubierto recientemente que puede amar lo que había estado temiendo encontrarse durante toda la vida, pero no quiere lanzar las campanas al vuelo. Esa clase de hallazgo reconfortante. La vejez puede ser una tensión, y un afilamiento. Un sistema de detección de sobras, un mecanismo de limpieza formal y una forma de intimidad, un código sensible. Vale tanto para prescindir como para necesitar, tanto para apegarse como para despegarse, para establecer una distancia, y un alejamiento, como para suscitar una cercanía, una proximidad, una disponibilidad. Es, sin apartarnos de su condición paradójica, el límite del tiempo, la falta de tiempo y es tener todo el tiempo del mundo. Es un apremio y es una porción generosa.