Cuatro Nocturnos

EL CAÑAVERAL (I.)

La orilla devastada después de la crecida
cierra el paso a los pocos que recorren
el camino del río a media tarde.
Miran al otro lado y el recuerdo del puente
da sentido a los juegos de la luz
-una ilusión de claro en la espesura-
que prefiguran el camino antiguo
entre las cañas de la orilla puesta.

Y, mientras te descalzas,
tus pensamientos son ya como el frío
del que camina con los pies mojados
sobre el suelo de astillas rotas, mientras
el rumor persistente de las cañas,
su aliento de agua detenida, advierten
de otro sino peor, de otra inconsciencia
igual a la del río que toma posesión
del cauce devastado.