La aparición hace unos años de la obra lírica de Tomás Segovia produjo estupor por un doble motivo. Por una parte, el autor de Luz de aquí, libro publicado por Ocnos, gracias al cual conocimos en España al lírico trasterrado, se presentaba sin las obsesiones sociales y comprometidas de la poesía de su generación del 50; y, por otra, su pulso onírico y realista, si tenía que ver con el “continuum” de un barroquismo bien asumido, rompía el “tuya-mía” de la retórica española de posguerra. Segovia es hoy un lírico absolutamente autónomo, maduro, sustantivamente lírico, que ha dado por resueltas sus primeras influencias de Cernuda o Neruda. Hasta el punto que el controlado surrealismo de sus imágenes se ha convertido en palabra perdurable.
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