Por Javier Arguindegui, Territorio Digital.

El pequeño “libro” de 135 páginas que Antonio Porchia publicó en 1943 escapa a la especie: no se lo desacredita si se lo definiera como un libreta de apuntes, de bolsillo, confidencial y serena, implacable y concisa.
Sus “anotaciones” (más de 500) son compactas elucubraciones, reflexivas, profundas. “Y seguiré eliminando las palabras malas que puse en mi todo, aunque mi todo se quede sin palabras”; y si bien llevan el nombre de Voces, se asemejan más a un eco lejano resonando permanentemente a mitad de camino entre el silencio y la mirada del lector…

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