Tomás Segovia falleció en la ciudad de México el lunes, día 7 de noviembre de 2011, a las 15, hora mexicana, 23, hora peninsular. Nació en Valencia el año 1927 y, siendo un muchacho, como consecuencia de la guerra civil española, tuvo que exiliarse en México con parte de su familia. Fue una persona que vivió siempre entre dos mundos, que se sentía a gusto en su calidad de nómada, no en vano uno de sus libros se titula Cuaderno del nómada. Gustó de considerarse ante todo poeta, pero destacó igualmente como excelente narrador y ensayista.
Acabó siendo un gran solitario cuando entendió que su soledad era “su fuerza”, su libertad; esa soledad que resulta ser “obra de uno mismo”, “querida por uno”. Jamás se casó con nadie, en el sentido de que profesó obediencia exclusiva a su obra de creación. Siempre hubo en su poesía un punto de orfandad, que la hacía grande. Él mismo se sintió algo huérfano, sin renunciar por ello al amor hacia los otros. Sobre el amor dejó escrita esta hermosa y sabia frase, que ayuda mucho a comprenderlo: “El mayor daño que nos hacen los que no nos aman no es no amarnos sino impedirnos amarlos”.
Tomás Segovia cumplió hasta el último momento con su destino de poeta:
Mientras no quiera el tiempo
Dejarme de su mano
Saldré cada mañana
A buscar con la misma reverencia
Mi diaria salvación por la palabra
(“Mientras”, de su poemario Llegar.)
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