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Por muy ingrata que resulte la labor editorial en un país que acostumbra a leer poco, nosotros disfrutamos con ella.
Los últimos cuatro años de nuestra actividad editorial han estado presididos, como los otros quince que les han precedido, por el entusiasmo y la fe en un proyecto en el que hemos puesto nuestro mayor empeño, en el que por supuesto seguimos creyendo y en el que hemos crecido como personas, comprometidos en lo que a nuestro juicio es una noble tarea, la de poner en comunicación a autores con lectores. Nuestra fe en esa tarea se ha visto además reforzada y renovada porque, sin haber abandonado los principios e inquietudes inaugurales, hemos presenciado cómo ha ido evolucionando nuestra “aventura” editorial en el transcurso del tiempo y a través de nuestra práctica profesional, y no al dictado de los caprichos más o menos coyunturales que a menudo nos imponen los tiempos que a su vez imponen elementos totalmente ajenos a lo cultural. Nos hemos propuesto un ritmo de trabajo con la voluntad de hacer día a día mejor las cosas, sin caer en la tentación de ceder al espejismo de querer dar “el inevitable paso adelante” que ha venido a instalarse en determinado ánimo de otras empresas del sector que por desgracia lo único que han logrado ha sido multiplicar fatalmente sus necesidades y servidumbres internas, con lo que esto implica de forzamiento del ritmo de producción que a la sazón está dando como resultado una saturación antinatural de títulos y autores, ajena a las inquietudes del verdadero lector, y que ha hecho en definitiva más difícil el acceso de éste al libro y la supervivencia de muchas empresas editoriales como órganos vivos, aun controvertidos, de cultura, y lo que es más grave, como órganos de cultura viva e independiente. Y no hay independencia si uno no sabe mantenerse al margen del dictado de las modas y, por qué no decirlo, al margen de las consignas lanzadas por grupos de presión con apariencia cultural.
Pre-Textos, haciendo verdaderos juegos malabares, ha podido sustraerse a esa tentación anteriormente mencionada y ha logrado con esfuerzo y satisfacción mantener su libertad e independencia sorteando no pocos obstáculos y –ya es hora de decirlo– presiones de muy distinto tipo que podían haber llevado a ser una triste nota a pie de página de uno de los curiosamente llamados “grandes grupos editoriales españoles”. Nadie mejor que nosotros sabe además lo que cuesta el paño de esa independencia en un medio tan dependiente –las últimas noticias avalan esta sospecha– y, lo peor, muy resabiado por infinidad de imposturas y muy prejuiciado, más por la vanidad que por el espíritu crítico tras el que se quieren disimular las rivalidades tribales, a las que tan poco permeable es, por desgracia, el medio intelectual español.
Todo lo urgente en el fondo carece de importancia, si lo pensamos con rigor todo lo que requiere urgencia en el fondo no es importante. Ese ha sido y continúa siendo el lema de nuestro trabajo. Y respecto a especular con lo que pasará o dejará de pasar en un futuro más o menos inmediato sólo podemos decir que todo lo verdadero acaba siendo nuevo y que lo nuevo, lo verdaderamente nuevo acabará imponiéndose, pues que como siempre la literatura termina sobreviviendo a las modas e imposturas coyunturales y la propia inercia de esa irreversibilidad arrasará, como de costumbre, a corto o medio plazo las etiquetas o entomologizaciones que nacen y tienen su única razón de ser en motivos puramente comerciales y no, como se pretende aparentar, para incentivar o estimular la lectura, el disfrute desprejuiciado de un libro o de la literatura en definitiva o, lo que es esencial, enriquecer nuestro acerbo cultural.
Apostar por tendencias o nuevos nombres no lo va a hacer un editor que ha apostado siempre por la literatura y que sigue creyendo que hay que hablar más de literatura o filosofía que de literatos o filósofos.