Por A. F. Corbeira, Ocioxocio.
Sandro Penna era un poeta. Y poetas no hay muchos. Eso lo sabía Alberto Moravia cuando lo afirmó, ante el féretro de Pasolini, su amigo asesinado. Era entonces la Italia capitalista, emergente tras el fascismo, donde crecía el consumo y desaparecía la verdad de las vidas. Allí Pasolini y Penna, poetas, se encontraron en esa Roma a la que algún cine nos ha dejado asomarnos. Pier Paolo llegaba de Casarsa con su madre, huyendo de un padre iracundo y de una acusación de amor menor de edad…
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