Hace ya cincuenta años Juan Larrea -de quien se dijo que era un poeta que no existía, sino que se trataba de una invención de Gerardo Diego, y que si existió para bien de la poesía española y de las letras en español en general- dejaba, quemante y activo, este principio, que bien podría constituir una poética: “Inteligencia y sensibilidad son enemigos, pero no en el tiempo ni en el espacio, sino en cada interior humano, donde únicamente existen. Este y no otro es su campo de refriega”. Mucho tiempo ha pasado desde entonces, mucho tiempo de Larrea fuera de España y con una dedicación de generosa entrega para los hombres y las artes. Su fidelidad pasó también a todo lo que se le ofrecía en el mundo, y puso mucha inteligencia y mucha sensibilidad en esa línea de atención, en esa propia lucha interior, donde no se ha dado tregua.
Ver reseña completa aquí