Todo es menos
Peso | 420,00 g |
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Todo es menos es un libro de surtidas provisiones. En los libros de esta naturaleza es donde más cosas se suelen echar en falta. En eso se parecen un poco a aquellas cantinas de pueblo de hace cuarenta años, que hacían las veces de ultramarinos, de ferretería, de estanco, de comercio mercero, de casino y, cuando el veterinario estaba de paso por el lugar, hacían también de consultorio pecuario. En ellas se olía a curtidoa y a vino. La estampa solía tener carácter, ver reunidas tantas cosas en una habitación por lo general angosta, ver lo bien que estaba todo abastecido proporcionaba al conjunto un colorido matizado y acogedor: las horcas y guadañas en un rincón, bacaladas, madreñas, tripas para la atanza y alpargatas de esparto colgadas de una viga, cordeles, costales de alubias, esquilones para el ganado, el mostrador de zinc, los veladores de mármol, las estanterías con las conservas, en fin, el género que solía reunirse en tales establecimientos.
Al entrar uno pensaba: aquí hay de todo, pero si acaso quería pedir uno algo, un tubo de aspirinas o una botella de refresco, eso no lo tenían. Pidiera uno lo que pidiera, eso no lo encontraba nunca, para desconcierto general.
En Todo es menos bien podría suceder algo parecido, aunque tampoco sería grave, pues al final uno termina hallando la manera de poder vivir sin necesidad de aspirinas ni de refrescos.
Si de Mil de mil se dijo que podría formar parte de Salón de pastos peridos, los diarios de Andrés Trapiello, de Todo es menos también se podría afirmar otro tanto.
Se hablan en este libro de las mismas cosas y en el mismo tono que se hablan en los darios. Eso es bueno y malo al mismo tiempo. Es bueno, porque en evitación de solemnidad y retórica, el autor trata de abordar en estos escritos los pasajes de la vida por su propio pie, sin montarse en los carruajes del estilo ni marcarse unos lazos de rigodón. Pero a la vez eso no es ni práctico ni convincente, pues al verle caminar con naturalidad, lasmanos a la espalda y la mirada puesta lejos, habrá quien piense que no es sino un merodeador, y pued eincluso que más de uno le envisque y azuze los perros a su paso. Quién sabe. Aunque es poco probable que eso le aparte de su derrota, porque el autor es más amigo de los perros que de los gatos y eso es cosa que los canes saben agradecer oportunamente y respetar.
De manera que el lector de este libro, si lo hubiere,se encontrará seguramente, como en la cantina del pueblo, con páginas que no le hacen falta, en tanto echará a faltar algunas otras que creía precisar. Para esa clase de inesperados desengaños está bien echar mano de un lema como éste “Todo es menos”, origen de las ciencias positivas. Sabiéndolo, ni al pedir pide uno más de la cuenta ni al ofrecer nos creemos lo que no somos, lo cual, a raro que parezaco, y a poco sentimental que se vea, nos volverá a todos mucho más liberales e irreductibles.
Andrés Trapiello nació en Manzaneda de Torío, León, en 1953. Desde 1975 vive en Madrid. Es autor de las novelas La tinta simpática (1998), El buque fantasma (1992, Premio Plaza & Janés), La malandanza (1996), Días y noches (2000) Y los amigos del crimen perfecto (2003, Premio Nadal); de un libro sobre maquis en Madrid, La noche de los cuatro caminos (2001), y de un diario titulado Salón de pasos perdidos, entregado en sucesivas entregas, todas ellas publicadas en Pre-Textos. Como ensayista ha publicado, enre otros, Clásicos del traje gris (1990), Las vidas de Miguel de Cervantes (1993; 2002), Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939) (1994, Premio Don Juan de Borbón, 1995; 2002) y Los nietos del Cid. La nueva edad de oro (1898-1914) (1997) Su poesía se ha reunido en Las tradiciones (1991), Acaso una verdad (Pre-Textos, 1993; Premio de la Crítica) y Rama desnuda (2001).