Sexo y silencio
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A pesar de la deserotización producida por la hegemonía política e informativa, a pesar de los ríos de tinta vertidos sobre la sexualidad, poco se puede decir que esté a la altura de los placeres de la carne, de sus mil delicias compartidas. Deshacer las camas, apartar de una patada los muebles, quitarse la ropa en desorden. Perder la compostura, amarse, desbaratar en secreto la falsa civilización del día. Hay una inteligencia subversiva en el sexo, una verdad vinculada a un feliz subdesarrollo de los afectos. Inseparable de la pasión, de un deseo por fin liberado, es posible que el sexo sea una experiencia que arma al blando de corazón y desorienta al poderoso e insensible. Tal como es de estresante esta sociedad para las almas sencillas, no descartemos que en la sexualidad, en sus múltiples variantes todavía libres de normativa y liturgia, hayan encontrado refugio los seres más cándidos de la actual condición humana.