Poemas
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A la luz del insomnio, aquellas verdades
que de día no nos parecen mal
(que estás en lo alto de una colina, que morirás,
o que mañana tienes una cita que no puedes eludir)
se convierten en un conjunto de cuevas resbaladizas.
Hechos desnudos que al mediodía nada aclaran
poseen eco y se estremecen, aparecen y desaparecen.
Estar con vida es estar loco.
¿Puede ser? Tan sólo Goya es capaz de pintar tales cosas.
Estas últimas pinturas ocres emborronadas en Madrid
llenan una habitación con las visiones del insomnio,
en un español rápido como una maldición.
La oración es una broma, el amor una secreción;
los torturados torturan y lo malo se vuelve peor.
“Sonetos españoles”.
Cuando hace pocos años José María Moreno Carrascal me escribió comunicándome que se hallaba seleccionando y traduciendo, de forma desinteresada, poemas escritos por mí, la noticia me causó una grata impresión debido a varias razones. La lengua española es, después de la inglesa, la que mayor número de hablantes posee de entre las de Europa; ambas han alcanzado igualmente unos altos logros en lo estrictamente literario, y lo que es aún más importante, de algunos de los escritores en español -Cervantes, Unamuno, Ortega y Gasset, Salvador de Madariaga, Neruda, Borges (algunos de cuyos poemas me atreví, no sin ayuda, a traducir), Camilo José Cela, Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa- he obtenido, a lo largo de los años, placer, admiración y coraje.
A lo dicho hay que añadir una nota de carácter personal: mi madre era una hispanófila empeñada en escribir una novela sobre Ponce de León, el conquistador y descubridor, en 1513, de La Florida. Las investigaciones para su novela llevaron a mi madre, en tres ocasiones distintas, a España, la tercera de las cuales, en 1977, fue acompañada por mí y por mi hija menor, que por entonces tenía 16 años. En aquel viaje hice yo las veces de conductor y de guía, así que cuando llegaba la noche, debido a mis serias responsabilidades diurnas, me era difícil conciliar el sueño; por lo cual tomé la decisión de aprovechar esas horas de insomnio escribiendo sonetos, uno por día. Creo que esos ocho “Sonetos españoles” conforman, en mi opinión, uno de mis más acertados logros poéticos.