No tengo ruiseñores en el dedo
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Deja el aire su aliento. Brilla
bajo una luz más pura. La lengua
se condena a la voz
y así nos sobrevive: húmeda y silente
con sonidos de pájaros aullando, como barco
perdido en un mar de palabras. No
sé qué cantar. Soy los otros. Espero
que los otros sean yo. Como los árboles.
No sé qué cantar.
No tengo ruiseñores en el dedo.
“No tengo ruiseñores en el dedo”.