La voz y el fenómeno. Introducción al problema del signo en la fenomenología de Husserl
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La teoría del signo juega un papel organizador, si bien discreto, en la fenomenología de Husserl. Elaborada ya en la primera de las Investigaciones lógicas, sus fundamentos permanecerán casi invariables. Un análisis minucioso y riguroso de Husserl descubre distinciones generales entre las formas y las funciones del signo, de la señal, de la expresión, en los modos de relacionarse con el objeto y el sentido, en el soliloquio o en la comunicación.
Al reconstruir esta teoría de la significación (“Sinn” y “Bedeutung”) que dialoga indirectamente con la de Frege por ejemplo, se puede detectar, con la fidelidad descriptiva, un sistema de decisiones implícitas que compromete todo el desarrollo de la fenomenología. Lo que demuestra su dependencia de una especulación metafísica que Husserl se propone, sin embargo, criticar. Dependencia y ruptura. Esta configuración aparece estudiada aquí, a través de los temas del quere-decir, de la ficción, de la representación, del “presente vivo”, de los actos de enunciación en primera persona. “Lo que constituye cada vez su Bedeutung [la de la palabra “yo”] sólo puede extraerse, dice Husserl, del discurso vivo y de los datos intuitivos que forman parte de él.
Cuando leemos esa palabra sin saber quién la ha escrito, tenemos una palabra, si no desprovista de Bedeutung, al menos extraña a su Bedeutung normal.” Trato de demostrar que las premisas de Husserl debieran autorizar a decir precisamente lo contrario. Por eso, era necesario analizar un cierto privilegio reconocido a la palabra viva y al signo lingüístico. Ese privilegio, lo mismo que la interpretación que supone, comunica con el “principio de los principios” de la fenomenología, es decir, con su intuicionismo. Limita el alcance del motivo formalista y se encuentra él mismo refutado desde su interior por determinados análisis consagrados a la idea de la gramática pura lógica, al tiempo y a la intersubjetividad. El valor que se concede al alumbramiento y a la presencia del fenómeno, y, por consiguiente, a un determinado elemento de visibilidad, depende extrañamente de la autoridad de la voz, en el elemento original del “oírse-hablar”. Jacques Derrida.