La traducción de la poesía
Peso | 140,00 g |
---|---|
Autor |
Lo que cuenta Yeats, en Una Visión, acerca de la hija de Maud Gonne, Isseult Gonne: “… recuerdo a una hermosa muchacha cantando a orillas del mar, en Normandía, canciones compuestas por ella. Sola, parada descalza entre el mar y la arena; cantaba con la cabeza levantada hacia las civilizaciones que habían llegado y desaparecido, terminando cada verso con el grito: ‘Oh Señor, permite que algo permanezca'”
Y Bonnefoy, en su poema de La lluvia de verano, cuando repite varias veces: “que este mundo permanezca”.
¿No es acaso la traducción de la poesía, su resistencia en lo histórico, su tozudez en la adversidad, la que vuelve posible, también, esa permanencia?
Si parece una perogrullada prologar como traductor, poeta, un libro acerca de la traducción de la poesía, es sin embargo en el vínculo enigmático entre la traducción y la poesía donde se intensifica la vida, el sentido, si no la vocación de quien traduce. Bonnefoy escribió en un breve prólogo memorable:
“Hemos traducido cuanto sentimos que no hay nada en la página que no podamos percibir como nuestra propia voz, que se sueña a sí misma, entonces, libre de sus faltas en virtud del habla de un otro. Traducimos por sueño el que haya bajo la diversidad de los idiomas un camino que se abre, el único porque estaría ya demasiado cerca de su llegada, en lo invisible.”
Lo que deseamos es que las grandes obras de la poesía universal, aquellas que atestiguan lo poético de un modo sorprendente, sean reconsideradas todo el tiempo, revisitadas por traductores sagaces: los cambios en la conciencia del mundo, a causa del devenir de la civilización, exigen de estos, sus nuevos intérpretes, retomar por otros caminos, más practicables para su época, el acercamiento a tales poemas. Este recomenzar del “traducir” obedece a la necesidad de revivir mediante el habla de un momento nuevo de la historia de la designación de presencia, en sí no histórica, que habían cumplido esas obras. Y como ese recomenzar es también lo que intentan por estos mismos días los que escriben poesía sólo a partir de sí mismos, traductores y poetas casi no tienen por qué sentirse diferentes. Forman parte de la misma comunidad.
Poeta, traductor y ensayista, Yves Bonnefoy nacido en la ciudad de Tours (Francia) el 24 de junio de 1923, murió en París el 1 de julio de 2016. Cursó estudios de matemáticas y filosofía, para después dedicarse a la poesía desde 1943, año en el que se instaló en París y frecuentaba poetas del movimiento surrealista, que abandonó en 1947 tras su ruptura con André Breton. A partir de su libro Du mouvement et de l’immobilité de Douve, que obtuvo un inmediato éxito de crítica en 1953, se impuso como una de las figuras clave de la poesía de la segunda mitad del siglo XX, con libros como Hier régnant désert (1958), Pierre écrite (1965), Dans le leurre du seuil (1975), Ce qui fut sans lumière (1987), Debut et fin de la neige, La pluie d’été (1999) y Les tables courbes (2001), entre otros. Profesor de “Estudios comparados de la función poética” en el Collège de France, es autor de ensayos fundamentales de crítica e historia de las formas poéticas y pictóricas (Un rêve fait à Mantoue, 1967; Le nuage rouge, 1977; La Poésie et l’Humanité, 1984). Destacan asimismo Entretiens sur la poésie 1972-1990 (1990), Alechinsky, les traversées (1992), La journée d’Alexandre Hollan (1995) yL’arrière-pays (1998), además de importantes traducciones de Shakespeare, Keats, Yeats y Leopardi. Ha sido traducido a decenas de lenguas y fue considerado el mayor poeta francés mientras vivió, candidato varias veces al Premio Nobel. Entre los numerosos reconocimientos destacan el Prix de l’Académie Française, el Grand Prix National de Poésie en su país y en Italia el Premio Balzan, el Premio Grinzane Cavour, el Premio D’Annunzio y el Premio Pascoli, entre otros.