La policía de las familias. Epílogo de Gilles Deleuze
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La familia, ¿agente natural de reproducción del orden establecido? Seguramente este era el caso bajo el Antiguo Régimen, cuando el padre de familia recibía la garantía efectiva de su poder, de manos del soberano, al que aseguraba como compensación la obediencia de sus miembros. Pero a mediados del siglo XVIII se rompe este equilibrio. Cuando la riqueza, y por tanto el poder, se convierte en un problema de producción y no ya de gasto ni de pillaje, se hace necesario economizar los cuerpos y administrar las poblaciones, consecuentemente intervenir sobre la familia.
Este es el papel de la policía, entendido entonces en una acepción infinitamente más amplia que su actual versión represiva: una ciencia del bienestar al servicio de la soberanía nacional.
En el siglo XIX, toma los múltiples rostros de la filantropía. Prácticas que confluyen, a principios del siglo XX, en la creación del llamado sector social. De este sector social la familia constituirá el epicentro. Por un lado es el punto de mira de las empresas higienizadoras, que desestabiliza la autoridad patriarcal para poder insuflar las normas que aseguran la conservación, calidad y disponibilidad social del individuo. Por otro lado, es un punto de apoyo de una moralización de las relaciones por medio del ahorro, de la educación y de la sexualización.
Así se explica el éxito del psicoanálisis, por su capacidad operativa sobre esta nueva disposición de la relación familia-sociedad.