Jardín circunmurado. Antología poética del teatro
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Aquello que otros hacen, aunque no
esté a la altura
de aquello que tú hiciste, te sobrepasará:
el tiempo es un patrón insensible que estrecha
fríamente la mano del que parte, y recibe
con los brazos abiertos, como dispuesto al
vuelo,
a los recién llegados. La bienvenida ríe,
los adioses se marchan suspirando. No quieran
tus virtudes de antaño ganar hoy sus laureles.
La hermosura, el ingenio, la fortaleza física,
la nobleza, los méritos, la amistad, el amor,
la bondad… todo eso se halla preso del tiempo,
que lo injuria envidioso. Hay un rasgo común
a todos los mortales: es el elogio unánime
de la última minucia, aunque salga del molde
de las cosas pasadas. Y así, un poco de oro
sobre el polvo se aplaude más que el oro
empolvado.
Las miradas de ahora celebran lo de ahora.
De Troilo y Crésida III. III.
Si se lee su teatro con un mínimo de finura, muy pronto emerge el poeta que Shakespeare fue por encima de todo. En inglés, de inmediato, y esa calidad excéntrica del lenguaje, a menudo concertada con una métrica “de hierro”, espantará a quien no pueda vivir en un libro a menos que en él se cuente, dramatizada si se quiere, cristalinamente una historia.
De ese afán por poner de relieve los poderes de Shakespeare como poeta nace este libro que recoge, ordenados cronológicamente, algunos de los fragmentos eminentes de sus creaciones. Son piezas que admiten ser presentadas exentas porque, de alguna forma, cuando leemos entero el drama de donde proceden, nos imponen, casi con furia, su autonomía. Quedan, por ser su autor inagotable, fuera de esta selección otros muchos momentos memorables, como quedan también sin representación algunas pocas obras, pues no en todas las que escribió, Shakespeare fue siempre Shakespeare.
Pero anima también este Jardín circunmurado la idea de que urge acometer la traducción de todo o casi todo su teatro con una mirada nueva. No es que no haya contado con cumplidos intérpretes entre nosotros, pero quizá sea el momento de actualizarlo sin, como viene siendo costumbre, desatender la prosodia de aquellos parlamentos y diálogos dichos en verso. Sirva pues este libro para que nuestros poetas consideren que hay una tarea por hacer.