Fenomenología del espíritu
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¿Qué es un clásico? A veces ocurre que damos este nombre a una obra que ya está, por así decirlo, amansada, domesticada y digerida por la tradición, una obra que, debido a su universal aceptación y a su conversión en modelo incontrovertible, ha perdido todo carácter problemático y se ha convertido en un tópico, en un monumento del topos cultural que habitamos y que, precisamente por ello, suscita nuestra admiración. Pero hay otro concepto de lo clásico menos rebuscado, el que surge de la lengua común ante cierta experiencia de la historicidad de algunas obras: “lo clásico no designa una cualidad atribuible a determinados fenómenos históricos, sino un modo sobresaliente de ser histórico: clásico es lo que se conserva porque se significa a sí mismo y se interpreta a sí mismo; lo que dice, pues, de un modo tal que no constituye un enunciado sobre algo desaparecido, un mero testimonio de algo que requiere, a su vez, una interpretación, sino que dice algo en cada caso al presente respectivo como si se lo dijera expresamente a el”, según la conocida declaración de Gadamer. Este es el espíritu de esta colección de clásicos de la filosofía: llamamos así a obras o autores cuya lectura aún no podemos dar por cancelada, y pocas obras cumplen más a rajatabla este requisito que la Fenomenología del Espíritu de Hegel: una auténtica epopeya de la razón que, además de resumir las aventuras y desventuras históricas de la cultura occidental como los esfuerzos de la Razón por encarnarse en el tiempo, pretende presentarlos de forma temática y sistemática como la experiencia de toda conciencia enfrentada al ilustrado desafío del saber.
Obra germinal de todo el pensamiento de Hegel, la Fenomenología es también un compendio de toda la filosofía anterior a ella, vista desde la cumbre especulativa del idealismo, y un programa intelectual que, incluso para sus más feroces críticos, ha encontrado en su posteridad el cumplimiento y la confirmación que garantizan su perpetua juventud, es decir, el hecho de ser un escrito que aún está por leer y que aún tiene que entregar sus mejores frutos.
A la labor de hacer ello posible se ha entregado con entusiasmo y una dedicación inusitada, Manuel Jiménez Redondo, acreditado traductor de obras filosóficas y conocedor en profundidad de todos los meandros y complejidades de un texto en el que se ha empleado a fondo para hacerlo legible a todo aquel lector que quiera situarse a la altura de la tarea que Hegel describio como “el arduo trabajo del concepto”.