El tiempo cautivo
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No duermo bien. O apenas. Un deseo ha surgido en mí y sigue los movimientos de la luz. Me gusta enfrentarme el primero al desmigarse del alba. A las seis de la mañana de mis ojos. Me levanto. Son mis gestos como pliegues doblados cuidadosamente para no despertar a mi compañera. O igual que purpurina. Una fina capa de polvo. Avanzo. Todo lo que toco es puro, aflora igual que un paisaje al que incorporarse. Pongo agua a hervir. Negras y amarillas hojas de té. Luego, siento mi pecho abandonar su torpeza bajo el chispeo de la ducha. Termino de ahogar la noche. Abro frente a mí por fin cuadrados de blancura.
Unas veces mi mano es un desierto y otras, una cueva. No tengo secreto alguno salvo esta maleta blanca en la que me desnudo de una ropa que nunca me pondré.
Lo que se adelanta es tan poco que debo arrodillarme, tomar con las puntas de los dedos una fragilidad que podría hacerme añicos. Pues en medio mío, en una esquina de corazón y de lágrimas, los días han depositado una palabra de la que no se ha percatado nadie. No sé por qué necesito morder esta luz que cae como si fuese mi sangre. Con la mañana marcha mi vida. Empleo todos los trucos para que acuda a mí. (…)
El tiempo cautivo ha sido escrito a partir del guión que el propio Sampiero escribió para película de Bertrand Tavernier: Hoy empieza todo de 1999.