El año del cangrejo
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El año del cangrejo nos acostumbramos a caminar de lado
para no despertar a nadie.
Las chicas tenían labios casi del mismo color que la piel
pero a mí no me interesaba besarlas; lo único que
quería era que me dejaran soñar.
Los chicos quisieron hacerse amigos míos y yo los
observaba desde lejos.
A veces corría al puesto de los socorristas para pedirles
un papel y un lápiz, cuando se me ocurría una idea.
Todas las noches me alejaba unos pasos de la casa para
sentir la respiración de los árboles y tratar de respirar
con ellos.
Y había una mujer que podía ser mi madre o mi hija. Se
llamaba Inés. Era alta y vegetal y dueña de
muchísimos espacios.
Fragmento de El año del cangrejo.