Constelaciones
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En la entrada que le dedica el Diccionario histórico de la filosofía, este concepto «en general significa una agrupación de factores (personas, acontecimientos). En astronomía y astrología, pero también en psicología, el término especializado “constelación” posee un significado restringido. En astronomía y astrología designa, en primer lugar, un grupo de estrellas fijas vecinas en interrelación espacial, en segundo lugar, la posición de los planetas entre sí y/o en relación con determinadas estrellas fijas en un momento dado. En psicología designa la mayor parte de las veces el entrelazamiento organizado de contenidos psíquicos conscientes e inconscientes». En la Dialéctica negativa Adorno apela al modelo (con la impronta benjaminiana) de constelación y a partir de la acepción astronómica (la posición recíproca de los astros, que cambia continuamente a causa de las diferentes órbitas alrededor del sol) le interesa remarcar la imagen de permanente movimiento y de relación. Benjamin empleó la fórmula «imagen dialéctica» como «constelación». El contraste entre conocer y ver se expresa con esa metáfora procedente del prefacio al libro sobre la tragedia. Elucidar la rentabilidad de esta variante adorniana y benjaminiana para la historia de las ideas es uno de los retos de este volumen, variante que gira alrededor de una constelación marcada por el hiato entre las esperanzas del pasado y su amnesia o traición en el presente. Pero también se ocupa de la tradición auspiciada por Dieter Henrich y su delfín Martin Mulsow, para la que es el método de investigar la concurrencia de autores diferentes en un espacio acotado de pensamiento común con el fin de poner al descubierto itinerarios filosóficos a partir de obras publicadas y póstumas, cartas, reseñas, fragmentos y conversaciones. Mulsow está interesado en ofrecer otra historia de las ideas de la modernidad temprana, que se insertaría en un plan más ambicioso de una historia del saber precario. Ambos se valen de este enfoque para escribir la letra pequeña de la historia de las ideas, que, no obstante, es decisiva para colmar de significado e interpretar con rigor sus titulares. La macrohistoria aparece desvaída sin la micro y sin la intrahistoria, y por eso resulta especialmente fecundo su diálogo con la pujante historia conceptual.