Charles Baudelaire. Su vida y su obra
Peso | 210,00 g |
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Poco después de la muerte de Baudelaire, Charles Asselinau y Théodore de Banville empezaron a preparar la edición de sus obras completas. El volumen que las inauguró, dedicado a Las flores del mal, fue publicado en 1868, casi al mismo tiempo que Charles Baudelaire. Su vida y su obra, de Asselinau, que apareció en las librerías en enero de 1869 era el primer libro que se escribía sobre Baudelaire. El propio Aselinau aclaró que, en vez de escribir una autobiografía al uso, quiso hacer “la biografía de un talento y de un espíritu”.
El Charles Baudelaire de Asselinau es un libro bondadoso, que sólo es una apología de Baudelaire porque está escrito desde la firme convicción de la singularidad de su talento. Es un libro hecho con inteligente humildad, deliberadamente un poco gris, para dar más brillo a la figura que retrata. Es también un ajuste de cuentas con la estupidez y la cortedad estética y moral que atacaron la poesía de Baudelaire, una agresión concretada en el proceso a “Las flores del mal”. Y es un libro sinceramente serio y triste, con el sabor a fin de mundo que Asselinau debió de sentir tras la desaparición de Baudelaire, aunque no permitiera que su dolor por la pérdida del amigo protagonizase nunca la obra.
Charles Asselinau fue, con Nadar, Banville y Poulet-Malassis, uno de los más íntimos amigos de Baudelaire. Se conocieron en 1845 y, a partir de 1950, fueron inseparables. Banville dejó el siguiente retrato de Asselinau: “De rasgos finos, regulares, de una cálida palidez, cuando le conocí, muy joven aún, estaba como sepultado en las negras malezas de una cabellera y una barba sedosas, tupidas, espesas hasta lo inverosímil y más azuladas que negras; de la espesura de este bosque tremendo brotaban sus ojos, vivos, penetrantes, húmedos, brillantes como diamantes negros, y se parecía a los turcos de las tragedias y los cuentos de hadas, bajo la lujuriosa vegetación de todos esos ornamentos negros. Más tarde abandonó esa apariencia, adoptando muy prematuramente el uniforme de la vejez, que nunca llegaría para él, y vimos entonces caer y resplandecer sobre su pecho la barba de nieve de un patriarca”.