Adiós a la época de los grandes caracteres
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De algún modo, tú siempre lo has sabido. Pero cuántas novelas permanecen sosegadas ahí, sobre la alfombra, a merced del no tan robusto suelo, abiertas por donde nada ha sucedido aún.
Y las damos, sin más, por terminadas, para buscar alojo entre el pasado y la gramática, donde cualquier alivio es soledad…
Ah el presente, derroche virtuoso de la curva antes de la aparición de los rincones. Parece que no llega a suceder.
Alzar ahora la voz en este cuarto vulgar de primer piso, ver-tedero de armarios y secretos generalizables, resulta algo ridículo. Aunque también lo sea depurar ciertas palabras de su exceso de infinito.
Así, la telaraña dice adiós a la época de los grandes caracteres, mecida por el aire, la presa, el cazador…