Por Antonio Puente, La Provincia.

La lectura de este enjundioso y complejo poemario de Rafael-José Díaz (Tenerife, 1971), endiabladamente unívoco y polifónico a un tiempo, monotemático y poliédrico, expresionista y confesional, me ha devuelto a la memoria una postergada estrofa de José Ángel Valente que me persiguió durante la adolescencia: “La forma perfecta del amor es la soledad, / cuando ante la pútrida rosa de la infancia arrasada, / no reconoce límites el odio”…

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