Por rafael Narbona, El Mundo, El Cultural.
Jean Améry nunca reconoció otra patria que la literatura. Améry, que en realidad se llamaba Hans Mayer (Viena, 1912-Salzburgo,1978) se educó en la fe católica, conforme a los deseos de su madre. Su padre era judío y murió en la Gran Guerra. Con estudios de filosofía y literatura, Mayer no reparó en su condición de judío hasta que las leyes nazis le convirtieron en un paria. Entonces descubrió que era un judío, pero no en el sentido convencional, sino en la dimensión trágica del que carece de patria, Dios y esperanza. La percepción de su propia marginalidad le empujó a reelaborar su identidad. Su hogar no era el mundo, sino la literatura, un espacio donde la exclusión no es un estigma, sino un destino libremente elegido…
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