Por Juan Forn, Página 12.
En Florencia había una condesa rusa que era el terror del pequeño Harold Acton. La condesa era alta, pelirroja, cosaca. Decía que su madre la había parido en medio de un baile, que llegó al mundo celebrada por sables cosacos y que la lavaron en una ponchera de champagne. El pequeño Acton temblaba cuando la condesa lo sentaba en su falda y le contaba de un castillo de hielo junto al Volga donde los invitados patinaban desnudos por los salones y se azotaban con ramas de enebro para mantenerse en calor…
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