Ya estamos de nuevo aquí para celebrar otro bautizo. Entre estas mismas paredes creo que ya van tres, con éste, en los últimos tiempos, y todos ellos valencianos. Empezamos hace poco con Susana Benet y su primer libro de poemas Faro del bosque, seguimos con la Flor de sal de José Saborit y hoy nos cabe el placer de presentaros Mecánica del prodigio, de esta muchacha, que no puede más que llamarse Lola. Libros, todos ellos, bien diferentes entre sí: los delicados, sensibles e inteligentes haikus de Susana Benet; las personales meditaciones estético/poéticas del pintor Saborit y ahora esta mecánica ritual emparentada estrechamente con el prodigio de vivir.
La verdad es que podemos sentirnos orgullosos de este triple alumbramiento en tan escaso lapso de tiempo, no sólo nosotros los editores, sino todo amante de la buena poesía. Sobre todo en un momento en que la lírica parece estar más exiliada que nunca de los anaqueles de las librerías. No deja de ser paradójico que la poesía, algo que no tiene precio, sea desterrada de esa manera precisamente en momentos de crisis. Si algo tiene la poesía es valor, pero no precio, y si no, no es nada. Aun así, qué poco se la suele tener en cuenta cuando más se la necesita. ¿Será precisamente porque no sirve para nada, porque su falta de utilidad está fuera de toda duda? ¿Pero por qué entonces se la necesita? Dejo estas preguntas suspendidas, sin respuesta, para que ustedes, si tienen a bien, las acojan o para que se pierdan irremisiblemente. No importa, la poesía seguirá encontrando su “aposento en el aire”. Y prueba de ello es esta triple epifanía de la que venimos hablando y de la buena poesía que se sigue editando, se relee y se crea día a día. ¡Pobres de nosotros cuando deje de alumbrarnos!
Pero vayamos a la que hoy nos interesa y por la que hemos sido convocados, la que conforma este librito con tapas de un rojo vivo, Mecánica del prodigio, de Lola Mascarell. Si he de destacar algo en primer lugar es que en él asistimos, en parte, a una mecánica ritual, litúrgica de ademanes, gestos, actitudes que se repiten como el movimiento circular de esas bailarinas de caja de música que Saborit ha tenido la gentileza de aportar a la presente edición con dos delicadas siluetas, una para el comienzo del libro y otra para el colofón. Ese rojo ígneo, volcánico, menstrual de las pastas del libro, que brota de las entrañas, da paso a un primer poema volcán, que nos sitúa ya en medio de la vida como mecánica del deseo y de la muerte: Eros y Thanatos. Y a partir de ahí todo se abre, se despierta: los sentidos; la memoria; la infancia y la pérdida de la inocencia; los ciclos de la naturaleza; el paso lento o rápido, relativo en cualquier caso, del tiempo; lo cotidiano; lo extraordinario; el paso de las estaciones; el paso de las nubes; la lluvia; la nieve; los hombres; las mujeres; el mundo de las mujeres; la existencia en suma.
De algunas de esas composiciones nos llegan ecos de Luis Feria, como en el poema “Infancia”; de Tomás Segovia en “Himno al sol” o lorquianos como en “Tras un amoroso lance”, hechos de lecturas muy bien asimiladas, pero todos ellos con voz propia.
También las hay de un mundo familiar, íntimo y femenino como “Costura” o “Madejas”, en los que el tejido urde la trama propia de una sensibilidad muy femenina.
El mundo de la infancia está muy bien expresado en varios poemas como “Exilio”, “Infancia”, “Al pasar la barca” o “Nieve”.
Es admirable el contrapunto que establecen poemas como “Bostezo” y “Aplazamiento”.
Los hay que describen lo efímero, fugaz e inaprensible de la existencia, como “Instantes” o “Rayo de sol”; o la existencia misma, como “Volutas de humo”.
O, en fin, la parte de uno que se pierde en una epifanía; así la del breve poema “Primavera”.
También el divertido poema, tan privado, que cierra el libro, en el que condena al pintor Saborit a vagar eternamente en el interior del mismo.
Pero terminaré leyendo el escueto “Primavera” como testimonio del cabal cumplimiento de la reflexión de su autora en éste su primer poemario:
“Una flor brotará en la rama tierna
y una parte de mí se irá con ella”
Bienvenida, Lola, al mundo de la edición y de la poesía, ¡No sabes la que te espera!