Por Fernando Balseca, El Universo.
Pretender la realización de la felicidad es cuestión de cada uno. No le compete a ningún gobierno dirigir esta búsqueda que, como lo ha transmitido la mayoría de las tradiciones filosóficas, es un asunto de las personas y sus conciencias. Basta que el Estado haga razonablemente bien su trabajo en el ámbito de lo público y que no se distraiga con actividades que suenan a transformaciones revolucionarias pero que, en sus manos, se convierten en meras boberías intrascendentes y en formas de gastar inútilmente recursos humanos y económicos. No siempre lo que emprende la política es para mejorar algo…
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