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“No olvides nunca que más importante que tu editorial son los libros que editas.
Son los libros, no la editorial, los que contienen y transmiten
tu visión del mundo y de la vida.”

(De “Consejos a un joven editor” en Banco de pruebas, Mario Muchnick)

Por suerte o por desgracia, según se mire, Pre-Textos es una editorial en la que ninguno de sus tres representantes es escritor. Para empezar diré, citando a mi socio Manuel Borrás –que ya lo viene repetiendo en muchas de sus intervenciones–, que “el mejor libro que puede escribir un editor es su propio catálogo”, algo que deberán juzgar, en definitiva, sus lectores más atentos. Un editor que no sea escritor, aunque sí lector atento y vehemente –algo, esto último, no lo suficientemente habitual en el panorama editorial español–, cuenta con la ventaja de no acabar convirtiéndose en un editor de tendencia, por no estar adscrito a ninguna “tribu” en virtud de esa ausencia suya de vocación literaria creadora. Con ello no quiero decir que sea ni mejor ni peor, sino simplemente que se ha de plantear una estrategia editorial de otro signo. Dado el carácter polimorfo de la sociedad en que vivimos y, como tal, inmersa en una cultura polifacética, un editor de nuestras características, observador de esa realidad, deberá saber atender los distintos frentes insertos en el programa de actuación que se haya marcado desde un principio, sabiéndose adaptar a las fluctuaciones que esa realidad cultural experimente con el transcurrir del tiempo. La configuración de un buen catálogo dependerá de la aplicación por su parte, y aun a riesgo de equivocarse, de un criterio de excelencia, de tal manera que la línea general o las colecciones que dentro de él diseñe sean coherentes, de forma aislada y en su conjunto, con esta realidad poliédrica de la que hablamos. Ése es su reto y su personal aventura: conseguir, mediante su catálogo, el mejor equilibrio entre la conveniencia de elegir a éste o a aquél autor para llevar a buen fin el plan trazado de antemano sin traicionarlo, y la necesidad o necesidades que conlleva cualquier empresa de estas características, siempre al servicio del buen autor y del lector entusiasta. Uno y otro son los que, en definitiva, otorgan verdadero sentido al mundo editorial, y las editoriales que saben atenderlos constituyen la savia de la cultura por arriesgar propuestas que quizá de otro modo no hubieran llegado a cuajar. De su catálogo se desprenderá, con el paso del tiempo, lo acertada que haya podido ser su elección. ¡Busquen, pues, lean y valoren!