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Adiós a Sidonie es un relato, como todos los del autor, basado en hechos reales. En él se narra un caso inaudito, silenciado durante décadas. La impresionante historia de la niña gitana Didonie Adlesburg, de su breve y feliz estancia con sus padres de acogida y de los desesperados esfuerzos que éstos realizaron para salvarla del destino que el régimen nazi deparaba a los de su etnia.
Hackl es un escritor que, como bien dice Manuel Arranz, en la única reseña del libro aparecida en España hasta el momento, “pone los recursos de la ficción al servicio de los hechos” y no al contrario, no se sirve de ellos para componer una ficción literaria, como suele ser habitual. “Y el resultado no es -añade Arranz- el relato de lo que ocurrió realmente, sino de lo que hizo que lo que ocurrió llegara a suceder, de las razones, de las sinrazones, de la inercia de la historia, de la voluntad de los hombres y de su falta de voluntad que hacen que los hechos se sucedan sin que aparentemente nadie sea responsable.”
Un relato, pues, acerca de la voluntad basada en la dignidad, en la pureza de principios o de convicciones, algo tan extraño a nuestros días, y también de actitudes nada ajenas a los tiempos que corren, como la negativa a asumir responsabilidades o la responsabilidad de no querer o no saber evitar acontecimientos que o bien acaban por ser reprimidos u ocultados o que se aceptan, sin más, como inevitables.
Hackl, en sus relatos, nos devuelve a la memoria lo reprimido por la historia. Y en el caso concreto que nos ocupa, qué escasos testimonios existen sobre el destino de la etnia gitana en la oscura época del nacionalsocialismo y de sus prácticas más siniestras. Enzo Traverso, uno de los pocos escritores, hasta donde yo conozco, que se haya interesado por el tema, no consigue llegar a establecer cifras exactas, a partir de los escasos documentos de que disponemos, de los gitanos que encontraron la muerte en los campos de concentración nazis. Calcula que pudo haber entre 200.000 a 500.000 víctimas de esta etnia proscrita.
Hackl es el cronista que, mediante un lenguaje preciso y valiente, informa del pasado inconcluso y anima al lector a reflexionar sobre la condición humana, finalidad de la verdadera literatura.
Como el mismo Erich Hackl advierte “Hizo falta el aguijoneo del cronista para rasgar la trama del silencio” ya que “A Sidonie ni siquiera se la mencionaba; una gitana no servía como instrumento de venganza”, pero “A la niña se la llevaron, a Auschwitz, con el último convoy”: Sidonie “no murió de fiebre tifoidea. Murió de agravio”. Quizá hubiera sido posible otro desenlace, pero no pudo ser: “ Demasiado ilusorio resultaría el final de un relato que, verosímil al comienzo, deja de serlo en el instante en que se requiere coraje y dignidad por parte de todos los implicados.”