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La escritura de un diario, el anotar en cuadernos y libretas hechos o reflexiones personales, nace de la necesidad de dialogar con un interlocutor mudo y tácito, al que confiar la absoluta soledad del propio yo.
Chantal Maillard define estos escritos como un “ejercicio de egocentrismo”. ¿Qué diario no lo es?, se pregunta y añade: “La cuestión de si el yo es o no un valor, en este punto, es irrelevante; lo cierto es que uno siempre habla y escribe desde sí, desde esos fragmentos de vida que des-doblamos y mostramos re-flexionados en la escritura”.
Los diarios constituyen todo un testimonio autobiográfico que nos permite acercarnos de primera mano a los “movimientos del pensar”, como los definía Wittgenstein, de sus autores.
Editar diarios y cuadernos personales es siempre una cuestión muy delicada. En nuestra trayectoria editorial hemos tenido la suerte de que se nos confiaran numerosos manuscritos íntimos que veían la luz por primera vez.
Leer las anotaciones privadas de Juan Bernier, de nuestro querido Ramón Gaya, de Rainer Maria Rilke, del gran Tomás Segovia, de la inconmensurable Chantal Maillard, de José Jiménez Lozano o de Ludwig Wittgenstein, entre otros, ha sido un honor y un gran aprendizaje.
Y luego está “El salón de pasos perdidos”, los diarios de Andrés Trapiello, un capítulo aparte en nuestro catálogo y en la producción diarística en general, ya que constituyen todo un fenómeno literario sui generis. Una aventura literaria en que nos embarcamos en 1990, cuando empezamos a publicarlos, y que cuenta con numerosos lectores que esperan con impaciencia la entrega anual de esta “novela en marcha”, como la define el mismo autor, que consigue soprendernos y emocionarnos página tras página (y ya van miles).
Os invitamos a descubrirlos…

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