Por Luis Antonio de Villena, El Mundo, El Cultural.

Lo extraño será saber por qué este Cuaderno de Talamanca se quedó fuera de los Cuadernos que Cioran iba escribiendo a lo largo de su vida, y cuyo conjunto de anotaciones no difiere demasiado (salvo quizá por ser más espontáneo) del total de la obra cioranesca, que propende al fragmento o al texto breve aunque apretado, pasional, contradictorio, hondo y lírico…
El Cuaderno de Talamanca se escribió entre fines de julio y fines de agosto de 1966, en ese pueblecito de la isla de Ibiza, donde Cioran pasaba unas vacaciones, de las que él mismo se extraña en un apunte, pues no teniendo un trabajo regular, todo podía ser vacaciones. Se nos dice en el prólogo (donde el traductor, Manuel Arranz, traza un pequeño ensayo sobre la muy peculiar y apasionada relación de Cioran con España) que Cuaderno de Talamanca es el fruto de una crisis, que llevó a Cioran -al borde de sus sesenta años- a querer escribir un libro que hubiese titulado Noche de Talamanca y que nunca llegó a realizar. Conjunto, a menudo brillante, de apuntes contradictorios, sobre sus lecturas, la vida y el anhelo de morir, yo diría que Cuaderno de Talamanca no posee nada muy distinto al Cioran de siempre (que a mí suele parecerme espléndido) salvo ciertas anotaciones locales sobre turistas -en general negativas- el clima veraniego de la isla o su paisaje…

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