Por Vicente Fernández González, Levante, Posdata.

No hace mucho, durante la séptima edición de «El ojo de Polisemo», en la Universidad Jaume I, en una mesa redonda sobre
traducción y edición de teatro y poesía, escuché a Manuel Borrás explicar que en punto a clásicos, cuantas más traducciones de una obra, mejor. Las obras que consideramos clásicas se cuentan, naturalmente, entre aquellas que, diría Walter Benjamin, consienten y demandan su traducción, que se dará en cada caso –y se dará una y otra vez, porque la demanda persiste– a condición de que, entre el conjunto de sus lectores, la obra encuentre personas adecuadas para asumirla…

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