Cajón de Dante, sección dominical con cadencia quincenal, es una galería de textos de diversos estilos, géneros y tendencias, en que se mezclan de manera plural diferentes autores y temas. La finalidad es dar a conocer trabajos literarios de autores Pre-Textos que por distintas razones todavía no han sido publicados y que reposan en los cajones de los escritorios de sus autores o en los de la propia editorial.
Comenzamos este año, en Cajón de Dante, con la presencia de José Ramón García, que nos ofrece un adelanto de su ensayo Fábula y espejo. Variaciones sobre lo judío en la obra de Max Aub, de inminente publicación. José Ramón García (Montevideo, 1970) es doctor en Filología Hispánica y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona y especialista en la literatura del exilio republicano de 1939; con su libro Vanguardia, revolución y exilio: La poesía de Arturo Serrano Plaja (Pre-Textos, 2008), obtuvo el VIII Premio Internacional “Gerardo Diego” de Investigación Literaria. Miembro del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL), ha codirigido con Manuel Aznar Soler el Diccionario bio-bibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, cuyos cuatro volúmenes aparecerán a lo largo del año 2014.
Las relaciones de la sociedad española con el Holocausto han estado condicionadas por la situación de aislamiento que la nación española vivió durante el franquismo con respecto al resto de Europa, dinámica que desarrolló una memoria sin espacio para la significación de lo que Auschwitz y otras experiencias concentracionarias han implicado para nuestro país. Solo en los últimos años, en correlación con la progresiva inserción en los estándares europeos, se ha iniciado una revisión efectiva de esta irregularidad. Alejandro Baer (2011) habla por ello de la presencia de una serie de vacíos en la memoria del Holocausto en España que deberían ser completados no sólo desde una concepción simbólica y universal del Holocausto, sino también desde las relaciones efectivas que se pueden establecer a partir de hechos históricos precisos, tanto desde una perspectiva de larga distancia (el papel precursor jugado por España en el antisemitismo contemporáneo gracias a la expulsión de los judíos en el siglo XV y al desarrollo de los estatutos de la limpieza de sangre) como más contemporánea (guerra civil y dictadura franquista), porque si bien la retórica antisemita franquista queda lejos de la radicalidad del nazismo, las relaciones de Franco con la Alemania hitleriana no se detuvieron en las fronteras de lo simbólico y tuvieron una traducción material indiscutible. Por otra parte, como ha evidenciado Stallaert desde el ámbito de la antropología comparada, es posible, aunque sea polémicamente, contrastar el casticismo, o etnicismo cristianoviejo en su vinculación con la política inquisitorial, con el nazismo en tanto que muestras de “los excesos del etnicismo elevado a religión política”, de una “política antisemita” plasmada en “un conjunto de medidas de depuración y disciplinamiento en función de la realización de un ideal etnonacional, religioso en un caso, racial en otro” (2006: 22).
Existe, sobre todo, el hecho determinante de otro espacio que también estuvo sometido al vacío durante décadas en la memoria española, el exilio republicano, porque es desde ahí desde donde se genera el principal vínculo histórico efectivo español con el Holocausto. Vínculo que tiene como resultado más trágico los miles de republicanos asesinados en los campos de exterminio, pero también el padecimiento de la tenebrosa articulación antisemita operada desde el régimen colaboracionista de Vichy o, incluso, el papel que el nazismo jugó en la construcción del antisemitismo contemporáneo y sus efectos en las organizaciones y retóricas antisemitas de naciones latinoamericanas (pienso ahora especialmente en México) a las que fueron a parar republicanos españoles. En este sentido, cada una de las dificultades con las que se ha tenido que enfrentar la recuperación efectiva del exilio republicano tanto durante la dictadura franquista como durante la transición y desarrollo de la sociedad democrática han afectado siempre de modo inevitable a la particular memoria que, desde el exilio, se construyó en relación con el histórico pasado judío de España y con el nuevo discurso generado a partir de la existencia del Holocausto.
Algunos nombres han logrado, no sin dificultades, transitar de su espacio periférico a otros lugares más centrales del relato hegemónico, caso de Jorge Semprún o Américo Castro, por citar dos ejemplos muy distintos de estos procesos de (relativa) normalización. […] Escoger a Max Aub como objeto de estudio para un tema como este plantea no pocas dificultades si aquello que se pretende es un análisis global de toda su producción. […] Acaso lo más complejo radique en la posibilidad de hallar unidades de sentido en las que podamos acoger la variedad (temática, estilística, genérica…) de una obra caracterizada por su planteamiento y desarrollo dialógicos. En mi caso, he considerado que lo judío, como constante presente de principio a fin de su proyecto artístico-vital, constituye una de estas unidades. Un aspecto no diré que inagotable, pero sí totalmente transversal.
A Augusto Monterroso debemos un célebre e impagable retrato aubiano. Una contracubierta a la segunda edición de Campo de Djelfa (Editorial Joaquín Mortiz, 1970) en la que ficción y realidad se entreveran para expresar mucho más que un simple tributo humorístico:
Se cuenta que Max Aub trajo de Europa, en la bodega del barco y adecuadamente embalado, a cierto escritor judío fugitivo de Alemania que había ido a parar a Casablanca. Al llegar a México lo encerró en el sótano de su casa de la calle de Euclides –razón por la cual ambos han vivido allí siempre– y desde entonces lo tiene escribe y escribe, a oscuras casi, haciéndole creer que los alemanes ganaron la guerra y que, si se atreviera a asomar la nariz a la calle, kaput. Ignorante de la realidad, el infeliz se consuela escribiendo sobre cosas del pasado. Aub publica esas producciones con su propio nombre, pero su prisionero no se entera, piensa en la posteridad, y vive agradecido de que aquel le salve la vida.
Con engañosa ligereza, el escritor guatemalteco incide en la prolífica y hasta compulsiva escritura de Aub, en la obsesiva presencia de un pasado ligado a la guerra civil y mundial y sus refracciones en la asolada Europa de la segunda guerra mundial o en las múltiples bromas literarias y vocación seriamente lúdica del propio Aub, con su querencia por los apócrifos y el borrado de las fronteras entre la realidad y la ficción y los géneros literarios (Jusep Torres Campalans, Juego de Cartas, Antología traducida…). Pero soy de la opinión de que la aparente broma de Monterroso apunta asimismo otro elemento que me ha interesado especialmente. Estas páginas no son más que un intento de desvelar a ese judío que, encerrado en el interior de Aub, no cesa de manifestarse en el conjunto de toda su escritura, muchas veces de modo velado, como temiendo asomar la nariz, otras mediante las múltiples máscaras de la ficción, algunas más desde la inmediatez de su abundante escritura memorialística. Para ello, Fábula y espejo: variaciones sobre lo judío en la obra de Max Aub propone una serie de variaciones que han de entenderse como simples tentativas para abordar un aspecto complejo y pluriforme que no cierran, como es lógico, las relaciones de Aub con lo judío. […]
Las relaciones de Max Aub con el mundo judío son una mención recurrente en los acercamientos al autor. A veces, de modo anecdótico, con las consabidas alusiones a su peculiar biografía (nacido en París en 1903 de padre alemán y madre francesa, ninguno de los dos practicantes de la religión judía de sus antepasados); en otros casos, como parte integrante de su discurso crítico contra los totalitarismos que invaden Europa en los años treinta; en algunos más, varios análisis se han interesado por la especial dedicación del autor a las complejidades y paradojas de la identidad judía o a la constitución y desarrollo del estado de Israel… Tenemos así una serie de obras que irían desde el monólogo De algún tiempo a esta parte (1939) al poemario Imposible Sinaí (1982), por citar solo dos ejemplos obvios de propuestas en las que lo judío es un motivo fundamental, pero la lista ni empieza ni acaba ahí. […] Creo que las descripciones que en muchos casos se han hecho de las relaciones de Aub con lo judío han limitado su alcance a una dimensión religiosa que simplifica en demasía la cuestión [puesto que] lo judío implica a su relación con la intimidad y con la historia, consigo mismo y con los otros, con su pacto imaginativo y su compromiso testimonial. […]
En Jusep Torres Campalans, una de las creaciones aubianas que más ponen en primer plano esta dimensión cosmopolita e internacionalista del arte y la cultura, el antisemita y colaboracionista Paul Laffitte afirma que “El cubismo fue un movimiento judío”, que incluso corre el rumor de que la madre de Picasso era de origen israelita y, como remacha Laffitte “con los españoles siempre se puede sospechar lo peor” (Aub 1958: 17). Sospechando, en efecto, lo peor de un español como Aub, suscribo la opinión de Otmar Ette de que la figura de Aub debe ser entendida desde la multiperspectiva cubista que tantas veces trasladan sus creaciones, una escritura en movimiento en la que operan elementos aparentemente contradictorios en los que tienen una presencia decisiva las fronteras nacionales y la desterritorialización como polos de su indagación identitaria. Parece, pues, necesario situar la figura de Aub en un contexto comparatista, no solo por lo que respecta a su contribución pionera a la literatura y memoria sobre la persecución y el exterminio judíos en el contexto español, también como definición de una literatura que sobrepasa fronteras nacionales y culturales. […]
En 1993, Francisco Ayala evocaba la figura de Max Aub destacando dos singularidades de su biografía y su escritura: su “decisión particularmente libre”, su “deliberada autodefinición individual” como “escritor español” (“español de Valencia” para ser más exactos) y su voluntad de mantener esta identidad en el exilio: “El más exiliado de todos los españoles. […] El escritor que hizo de España, de la guerra civil y del exilio mismo asunto principal y luego casi único de sus preocupaciones creadoras” (1996: 32). Pero también me parecen muy interesantes las impresiones de Tomás Segovia cuando veinte años más tarde, conmemorando su centenario, alude a la inevitable paradoja que subyace en el hecho de llamar a Aub un “escritor español” y reconoce que “ni siquiera su voluntad y su sentimiento de ser español disipan todas las perplejidades que suscita su españolidad”, por lo que, concluye, “Tiene sentido hablar del judaísmo de un Max Aub, a condición de saber que es tan verdadero o tan falso —tan verdadero y tan falso— como hablar de su valencianismo, de su parisinismo, de su germanismo, de su mexicanismo. […] a condición de no hacer de eso una verdad objetiva” (2005: 164, 2007). Buschmann (2011), en la línea de las propuestas de Ette y su “literatura en movimiento”, hasta considera inútil la discusión acerca de si Aub es o no un escritor español y lo reivindica desde un posicionamiento capacitado para entender y explicar un mundo sometido a la globalización. Este interesante y contundente posicionamiento, no obstante, reduce a un plano demasiado menor las identificaciones históricas, culturales e identitarias de Aub con la nación española. Aub propone una identificación a contracorriente, lee la historia y la cultura de España desde atalayas periféricas y desde una tradición liberal especialmente maltratada tanto en su pasado histórico como en el presente de la guerra civil, la segunda guerra mundial y la guerra fría. En este sentido, su obra está plagada de declaraciones en apariencia contradictorias y que aquí prefieren leerse, ciertamente, como manifestación de una movilidad, a menudo discordante, ante la metafísica y los mitos de la identidad, la nación, la raza o la religión. La presencia de lo judío, en este sentido, actuaría como una posibilidad para analizar este ámbito de tensiones, y si bien es difícil que se pueda llegar a conclusiones definitivas ante un tema que el propio Aub nunca llegó a cerrar y que mantuvo abierto, dialógicamente, a lo largo de su vida, en última instancia siempre acabó afirmando un sentido de pertenencia a lo español integrador de componentes interculturales e internacionales.
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