Cajón de Dante, sección dominical con cadencia quincenal, es una galería de textos de diversos estilos, géneros y tendencias, en que se mezclan de manera plural diferentes autores y temas. La finalidad es dar a conocer trabajos literarios de autores Pre-Textos que por distintas razones todavía no han sido publicados y que reposan en los cajones de los escritorios de sus autores o en los de la propia editorial.
En esta cuarta entrega os ofrecemos un poema inédito de Vicente Luis Mora: una reunión de crítica y poesía, de expansión de lecturas, un territorio donde la lógica se pone a cantar.
Der-rotaciones: Sobre Lo solo del animal
En el habla, hay que seguir con atención lo que se dice (…) hay que ver primero (…) cuál es el sentido de las palabras.
Marco Aurelio, Meditaciones, VII, 4.
No darle voz a las cosas:
ser las cosas
y luego hablar.
Como el animal
comunica
a pesar de la falta de lenguaje.
La voz posee por igual
a hombres y animales (85).
Desaparece la infancia
pero el suelo permanece
–relectura del Eclesiastés
o lectura cruzada
de los dos epígrafes– (11)
La “alteración del decir”
de OGV se advierte
al leer su voz entre las voces
de los otros: la escritura normal
de Pignatari o Nietzsche
resulta férreamente discordante,
anormal, incluida
dentro del periplo sincopado.
El animal no distingue
entre su cuerpo y la tierra.
De la obra de Roussel nos interesa,
dice (61), que los viajes no dejaron
huella alguna en ella:
debemos huir de la anécdota
y encajar en lo esencial
o, más bien: todo debe ser medular
o todo anécdota.
No podemos distinguir lo de afuera
y lo de adentro, la realidad externa
del pensamiento interior,
lo extenso y lo intenso,
el sueño disfrutado
de la alucinación venidera.
La voz es lo animal,
lo que habla sin por qué,
instintiva (85), intransitivamente.
La voz como piloto automático,
las palabras se pierden
pero el dolor encuentra su camino.
Habla sobre el habla, sobre charla (107),
sobre conversación observada
desde lejos, que dice cosas
aun siendo ininteligible (43, 55, 125, 195).
El animal no distingue
entre su voz y su cuerpo
y la tierra.
Lo animal habla:
lo que dice comunica por sí solo.
Así lo de adentro.
El recuerdo es un lenguaje
intraducible.
“(…) y sabe
que otra cosa al parecer no hay” (120)
“sólo una cosa no hay
es el olvido” (Borges, “Everness”).
Olvido dice
endicesílabos
de 17 cuentas.
Ese verde subterráneo, dice,
que tienen los campos
cuando hay niebla.
Dejarse ser mujer
o serlo.
No hay un tercer estado.
“Ella y yo. Se establece
contacto, aparece un estar propio de lo
que llamamos condición humana.
Y la falta de respuesta, de la pura
condición animal” (O. G. V., Y todos estábamos vivos)
Ella ve pasillos en el aire
por los cuales los pájaros discurren
como si lo que vemos vacuo
estuviese ocupado
por casas animales invisibles.
Vivir en los demostrativos (169)
como una forma de retorno –lingüístico–
a lo próximo,
a lo que se puede ver,
a lo de-signable
–aquello que puede perder el signo–.
El dolor separa (179), el dolor no para,
el dolor sepa entenderse, el dolor se pa (“pa de pájaro
o de página”, 177), de palabra, de palmo (27),
de pasillo (91) contra el que un hombre
derrotado, en derrota, choca como un barco ebrio,
le bateau ivre, imaginen.
La valentía de decir lo que es,
lo que está ahí (185),
lo “cercano que persiste” (99),
con la simpleza de un tordo que es,
con la simpleza del to(r)do de lo que es,
como lo haría Wallace Stevens,
aunque la palmera ya no está
al fondo de la mente,
sino frente a ella, erguida,
contemplable.
Arrojado el animal (45)
a la existencia, aherrojados nosotros
a ella.
La poesía como gesto conciliador
entre lo de adentro y lo de afuera.
La poesía como interfaz
entre esos dos lenguajes que se odian,
entre lo solo del lenguaje
y lo solo del animal que somos.
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