Cajón de Dante, sección dominical con cadencia quincenal, es una galería de textos de diversos estilos, géneros y tendencias, en que se mezclan de manera plural diferentes autores y temas. La finalidad es dar a conocer trabajos literarios de autores Pre-Textos que por distintas razones todavía no han sido publicados y que reposan en los cajones de los escritorios de sus autores o en los de la propia editorial.
En esta décimo tercera entrega presentamos cinco poemas traducidos por Juan Antonio Bernier y Diliana Ivanova de la poeta Danila Stoyánova, nacida en Sofía, Bulgaria, el 7 octubre de 1961. Hija de Tsvetán Stoyánov, escritor, filósofo, crítico literario, traductor y colaborador de las más importantes revistas literarias del momento, su padre ejerce una notable influencia sobre los gustos literarios de la joven poeta, y sus traducciones de obras de T. S. Eliot y Emily Dickinson marcan profundamente su concepción poética. Danila Stoyánova sufre dos terribles golpes vitales. En 1971, con tan sólo diez años, la temprana muerte de su padre. En 1973 comienza a vivir una existencia agónica con el estado de leucemia avanzada que le ha sido diagnosticada. De su poesía no emanan sollozo ni lágrimas, sus versos no inspiran lástima, sino que superan el trágico sentimiento de la muerte con sosegada tristeza poética, serenidad y la extraordinaria madurez de una joven que no llegó a cumplir 23 años. Su único libro de poemas recoge versos escritos entre 1977 y 1984. Por razones políticas no ve la luz en Bulgaria hasta 1990. Su obra ha sido traducida al inglés y al francés.
Tres yeguas
en la noche
diluidas bajo la lluvia
tragan el frescor
y es tanto
el aire
en sus gargantas
que se derriten
en la oscuridad.
Truenos inaudibles
desgarran la luna.
Donde quiera que mire, lomos de yeguas
y viento.
(1979)
Hoy miré a los ojos
a una abeja:
¿qué colorido
posee este mundo,
qué colorido
hay en el mundo?
Nos miramos tontamente
y voló.
(1979)
El sol está inquieto,
el viento, enfermo,
la luna, muerta,
el río, ebrio,
sólo
porque alguien
no está.
(1978)
La lluvia
el lago
y el viento
soñaron la belleza
de un cisne dormido.
Sonó el roce de sus plumas.
Con la cabeza bajo el ala
en el silencio
se deslizó
soñó
con todo esto.
(1980)
Un año entero esperando
a que mi tulipán florezca,
envuelto en el colorido de la embriaguez primaveral,
y que fluya el cálido vigor por los poros aún entrecerrados,
y que despliegue los turbados pétalos dormidos,
y que se estremezca dulcemente en vitales flores trémulas,
y que sea al fin flor, y no yema prometedora.
Estoy harta de cambiar
el agua del vaso
donde agita su desnudo,
verde y cilíndrico pie,
pero hoy, impaciente, extendiendo mi mano, lo abrí.
Y apenas con el roce comprendí
el por qué de los labios apretados,
el aliento contenido en su interior: para que no escape.
Mi pequeña flor ocultaba
entre los pétalos cerrados,
con fiera vanidad,
su muerte.
(1977)