Hoy, como cada lunes, volvemos a presentaros un ejemplo de librería que, por su labor, su oferta y sus criterios propios, constituye una excepción en el panorama nacional e internacional de las librerías literarias.
El homenaje de hoy es para la librería catalana Altaïr, de Barcelona, que pese a ser la librería especializada en libros de viaje más grande de Europa, es al mismo tiempo una librería de referencia para la narrativa de viaje con calidad literaria, a la que se podría adscribir buena parte de mucha literatura que normalmente no es catalogada de esta manera.
El nuestro catálogo editorial, son muchos los títulos que de alguna manera establecen una relación directa con el viaje: ¿qué es la literatura si no una forma de viajar sin moverse del sillón? Probablemente, más del setenta por ciento de nuestro fondo esté compuesto por “guías de viajes” que constituyen clásicos de la literatura y piedras fundadoras en nuestra producción, de la que queremos destacar dos títulos que son los extremos de un hilo imaginario que se deshila a través de nuestra trayectoria editorial y que va desde “Las voces de Marrakesh” de Elias Canetti, hasta el recién editado “La ciudad de los pasos lejanos”, de José Muñoz Millanes, una apasionante “guía” del París de los años treinta del pasado siglo, poblado por los numerosos intelectuales exiliados de la guerra civil española. Esta obra forma parte, junto a los otros trece títulos publicados, de la colección “Cosmópolis” dedicada exclusivamente a las ciudades.
“A veces una novela nos puede ayudar a preparar una ruta mejor que una guía”, declara Pep Bernadas, fundador junto a Albert Padrol de la librería Altaïr, nacida en Barcelona en 1979 y cuyo nombre en árabe significa «el que vuela». Cuando abrieron, se dedicaron un tiempo a buscar libros, principalmente en Londres y París, que no se podían encontrar y a reunir los libros de viajes de escritores como Josep Plan, Miguel Delibes o Camilo José Cela. Con los años, se han constituido como un ejemplo de cómo una librería puede ser mucho más que una simple tienda donde se venden libros, y que un pretexto como el de viajar ha servido para dar vida a un centro cultural abierto, erigido para facilitar encuentros entre personas con afinidades comunes, que encuentran en todas las formas de la conjugación del verbo “viajar”, que la librería ofrece, su lugar ideal para desarrollarse.
El gran éxito que Altaïr ha cosechado durante estos años es el resultado de un crecimiento natural derivado de la adaptación a las necesidades de sus clientes con el único imperativo de que, para no desvirtuar el proyecto, nunca debía olvidarse que, para sus fundadores, Altaïr es una manera de ganarse la vida haciendo aquello que más les gusta. «Estamos en una búsqueda constante de cosas que nos interesan», afirma uno de los socios de la librería como coartada laboral perfecta para poder llevar la vida que llevan. Los dos, con el espíritu de los buenos viajeros, no dudan en encaminarse y arriesgar por sendas desconocidas, y recuerdan que los primeros años fueron de mucha precariedad, porque el ritmo de inversión que exige una librería es difícil de soportar, en especial si se compran libros “invendibles” sólo por el convencimiento que deben tenerse: “Hay decisiones que no se pueden justificar desde el punto de vista de rentabilidad económica”, indica Bernadas. El gran éxito ha sido hacer viable un sueño que se gestó hace más de treinta años sin renunciar a unos principios: “O haces tuyo el trabajo o el trabajo te hace a ti”.
Desde aquí, nuestros mejores deseos para la librería Altaïr y para sus lectores.
Que tengáis buenas lecturas…