Por Luis V., El quiosco de los helados.
Una de las peculiaridades que tiene el estar largos ratos a solas detrás del mostrador, es enfrentarse al bombardeo de pensamientos y sensaciones que urden inmisericordemente complejas realidades en el interior de la cabeza. Hace unos días, mientras el hilo musical del quiosco radiaba una versión ampliada de la beethoviana obra, «Para Elisa», me tiré largo rato pensando qué tipo de elucubraciones pasaría por las cabezas de aquellos heladeros londinenses que, hace unos años, comercializaron un helado compuesto en su mayoría de leche humana…
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